
La saturación de los ciudadanos de Buenos Aires es tierra fértil para las políticas menemistas traídas a esta ciudad de la mano de Mauricio, que indudablemente es Macri.
Así como en los ´90 el caos de la hiperinflación habilitó la entrega de la República y la peor recesión que se haya vivido en nuestro país, en la ciudad el caos del desorden y las prebendas les dan al jefe de gobierno el motivo para aplicar políticas de ajuste a los trabajadores del estado a través de los despidos y de desamparo a los jubilados municipales con la demorada desregulación de la obra social (de la que me permito dudar en su verdadera intención y aún de su concreción); y como "frutilla de postre" el veto de la ley de laboratorios públicos de la ciudad.
Es cierto que en un sistema casi totalmente desregulado (el Pami y otros no entran), con una ley que dispone desregulación de la ObSBA y que no se cumplió, sumado a los varios fallos judiciales por tal incumplimiento y con la presión de los propios trabajadores por sentirse cautivos, pareciera no estar el marco necesario para re-discutir lo que la desregulación le hizo a los trabajadores en los ´90, y mucho menos si un empresario devenido en político es a quien le toca decidir. Es cierto también que el funcionamiento de la ObSBA responde a la dinámica típica de las viejas oligarquías sindicales, con toda la reprobación que ello merece, pero no menos cierto es que todo ello se ha cristalizado con la anuencia del gobierno y de la legislatura en sucesivos “acuerdos políticos” de mayorías parlamentarias, de las que el macrismo no es ajeno desde hace más de cuatro años.
Este otro jefecito a lo Sarkozy, esta nueva adquisión de los porteños, es un calco de su maestro y ex amigo. Vaya sólo un ejemplo de los inicios de aquel que, con "ramal que para ramal que cierra", exterminó a pueblos enteros en nuestro país. Y ahora Mauricio con el viejo y repetido tema de los "ñoquis", que cual conejo sacado de la galera sirve y sirvió a los gobiernos de turno para dejar en la calle a miles de trabajadores y el veto de la ley de laboratorios públicos re-inicia el camino en nuestra ciudad con desocupación, recortes a la salud de miles de jubilados y -como ya es un clásico- también de los más pobres.
Pero es claro que, mientras esto sucede los espejitos de colores serán las calles más ordenadas: bacheo, control de la protesta social y hasta cámaras ocultas como golpes de efecto para justificar todo lo que vendrá. Parece un "Déjà vu", pero lamentablemente es real y recién empieza.
También es real que la mayoría votó un cambio y que no va a despertar tan temprano para ver lo que no quiere ver, pero no es una oposición responsable la que abandona a su gente aunque esa misma gente ahora no la entienda y por ende no la apoye. La sabiduría de las demagogias es cabalgar sobre algunas realidades que hastían el imaginario colectivo, para terminar produciendo daños sociales irreversibles.
Por eso, desde mi banca, denunciaré todas las maniobras que pretenden manipular al pueblo de Buenos Aires, más allá de saber que, en estos primeros tiempos de luna de miel, el amor es ciego.
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