
Cuando aquel lunes 18 de julio de 1994, exactamente a las 9:53, explotó una bomba en la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), situada en Pasteur 633 de esta ciudad, se fijaba un nuevo hito del antisemitismo moderno; ya que sólo dos años antes, había corrido la misma suerte, el 17 de marzo, la Embajada de Israel.
Tras aquel gigantesco hongo de humo, polvo y cinismo, 86 vidas se destruyeron y más de trescientas resultaron heridas.
A pocos días de cumplirse un nuevo aniversario de este atentado, tal signo de intolerancia debe ser repudiado, sin dejar de destacar que el cinismo también fue parte fundamental de la acción política durante los gobiernos de Menem, hecho que da cuenta de la falta de decisión y voluntad, y del encubrimiento. Sumado a ello, observamos las irregularidades de la Justicia, colmada de connivencia, de corrupción.
Ante la completa ausencia de avances significativos en la causa, se hace necesario repudiar nuevamente ambos atentados, con la certeza de que el rechazo va dirigido no sólo a los

Exijamos justicia, una vez más, porque eso significa que no nos olvidamos. Por todo lo dicho, frente a la muerte y la impunidad, las víctimas, la sociedad toda, debemos mantener vivos una idea y un proyecto: “JUSTICIA, JUSTICIA PERSEGUIRÁS”.
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