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Cuarenta años de herencia

Cuarenta años de la Noche de los bastones largos ¿A qué se debe que esta fecha mantenga tanta vigencia? Creo que debemos encontrar la respuesta en el hecho de que en aquel episodio, que se constituyó parte fundamental de una política sistemática de bloqueo a la cultura, la ciencia y el disenso, reside el signo paradigmático de la anulación a un proyecto moderno y democrático de universidad y, como tal, plural y a la vanguardia respecto a las altas casas de estudios.

Todo comenzó cuando el gobierno dictatorial de Juan Carlos Onganía emitió un decreto el 29 de julio de 1966, por el que suprimía la autonomía de la Universidad de Buenos Aires, para colocarla por primera vez bajo la jurisdicción del Ministerio de Educación. Como las autoridades académicas se negaron a acatar lo dispuesto, que incluía, además de la intervención a la institución y la consecuente caducidad del gobierno tripartito de graduados, docentes y alumnos, la prohibición de toda actividad política en las facultades; vinieron los palos. Y los “bastones”, que comenzaron en Exactas, no fueron sólo físicos, soportados por el cuerpo de profesores y estudiantes indefensos cuya única resistencia consistía en continuar con el desarrollo intelectual; sino que, a tales ataques también los sufrió y sufre la educación, en la forma de literales palos en la rueda que cercenan el progreso intelectual del país.

Por otra parte, la lógica de este acontecimiento respondió a un régimen en el que el proceso de concentración económica, ligado al poderío de las grandes multinacionales y al capital financiero, que llevó a la quiebra a pequeños y medianos empresarios, se afianzaba a pasos agigantados. Es así como en este proceso, la pieza educación/universidad, definitivamente no encajaba. Por añadidura, las universidades nacionales, sobre las que recayó, por medio de una suerte de efecto dominó, la medida del 29 de julio, debían ser controladas y “limpiadas” de docentes y estudiantes ideológicamente sospechosos.

Hoy en día, la Universidad más importante del país y de las mejores de América Latina, sobrevive merced al valioso capital humano con el que cuenta. Sin embargo, estamos en tiempos en que parece no querer definirse la elección del rector. Tiempos en los que se plantea como necesario para tal objetivo, el surgimiento de una tercera posición que revierta de un jaque la falsa polarización actual en torno a la cuestión. Demás está decir que, esta situación no es caprichosa, sino que es producto de un proceso iniciado, precisamente, hace 40 años y a los bastonazos. Es por eso que de aquella instancia superadora, deberá gestarse una autoridad representativa y con sustento en la mayoría.

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